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Oct 29, 2012
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Huertos Urbanos, creatividad y ecología

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Huertos Urbanos, creatividad y ecología

Un nuevo movimiento a nivel mundial está despertando la conciencia de mucha gente, un movimiento creativo, de sostenibilidad, ecología y conciencia global. La facilidad con la que intercambiamos información gracias a instrumentos como Internet está redescubriendo los huertos urbanos a las nuevas generaciones.
Desde la década de 1980 los huertos urbanos vuelven a tener una gran importancia en las ciudades, tanto para acercar de nuevo la naturaleza a las superficies de cemento y asfalto como para incentivar la relación entre los vecinos, dar ocupaciones a los más mayores, favorecer la integración de los marginados, disponer de una educación medioambiental para los más jóvenes y surtir tanto a los comedores para los más desfavorecidos como para los negocios del barrio, de verduras, frutas y hortalizas de mayor calidad y mejor precio.
Hoy en día disponer de un huerto urbano también significa prescindir de la agricultura intensiva, evitar el despilfarro de envases de plástico y por lo tanto cuidar el medio ambiente.
 

 
Historia
 
¿Te has dado cuenta que en tu ciudad hay huertos urbanos? Seguro que si das un buen paseo eres capaz de encontrar alguno. Este tipo de cultivo en medio de la urbe ha existido desde las primeras civilizaciones. Ya los egipcios cultivaban entre las palmeras, frutales y vides, realizando bonitos jardines que además de sombra les proveían de alimentos. En los jardines de los templos cultivaban plantas medicinales, hortalizas y hierbas. Romanos, griegos y bizantinos, disponían en sus palacios parcelas de huertos y muchas más civilizaciones de la antigüedad contaban con pequeños jardines en sus propias casas donde cultivaban alimentos para uso familiar y para ofrendas a los dioses. Ya en la Edad Media se cultivaban en los jardines de los monasterios y conventos algunas hortalizas y verduras (y plantas medicinales) que servían como sustento a sus habitantes y a los peregrinos que por allí se acercaran. En la época moderna este tipo de cultivos se han utilizado tras las hambrunas provocadas por las guerras, como alimentos de supervivencia de poblaciones que muchas veces dejaban de recibirlos del campo al estar estos esquilmados y destruidos por las batallas. Hoy en día los huerto urbanos ayudan a determinadas poblaciones a disponer de alimentos frescos y baratos, contribuyen a la sostenibilidad ambiental de las ciudades, permiten el consumo de alimento ecologicos con bajo coste y como no, acercan más a las personas y las permiten relacionarse.
 
Desde la década de 1980 los huertos urbanos vuelven a tener una gran importancia en las ciudades, tanto para acercar de nuevo la naturaleza a las superficies de cemento y asfalto como para incentivar la relación entre los vecinos, dar ocupaciones a los más mayores, favorecer la integración de los marginados, disponer de una educación medioambiental para los más jóvenes y surtir tanto a los comedores para los más desfavorecidos como para los negocios del barrio, de verduras, frutas y hortalizas de mayor calidad y mejor precio.
 
Hoy en día disponer de un huerto urbano también significa prescindir de la agricultura intensiva, evitar el despilfarro de envases de plástico y por lo tanto cuidar el medio ambiente.
 
¿Por qué un huerto urbano?
 
Estamos demasiado acostumbrados a ir al supermercado y poder comprar cualquier producto en casi cualquier época del año. No nos importa si es temporada o no, de dónde provenga, etc. Sólo nos importa comprar lo que se nos antoja, al precio más barato posible. Esta forma de pensar y consumir de manera irresponsable está llevando a producir de forma artificial e insostenible los productos que demanda el mercado.
 
Para producir tomates en invierno es necesario hacerlo en invernadero, en climas muy calientes, con sistemas de riego artificial. Este tipo de consumo ha llevado a cubrir desiertos como el de Almería, calurosos, secos e infértiles, de plástico, a abonarlos con abonos industriales y a regarlos con agua traída de otros lugares. Para que llegue a nuestra casa, el alimento es cosechado, seleccionado, envasado, enfriado y transportado, con el consumo energético que todo esto ha supuesto. Además, en un mercado como el nuestro, quien menos dinero gana con todo esto es el productor, que para que el producto tenga precios competitivos, tiene que venderlo en ocasiones por debajo del precio de coste de producción (a causa, en parte, del elevado coste de producción). Al conjunto de todo esto se le llama insostenibilidad.
 
Producir nuestros propios alimentos en casa nos enseña una cultura de alimentación diferente, nos acerca a la naturaleza, a comprender el ciclo de la vida y la alimentación, a apreciar el campo, nos acerca un poco más a los orígenes y, además, nos proporciona unos hábitos de alimentación saludables. Casi sin percatarnos, estamos ayudando a crear un modo de vida más sostenible.
 
Superando dificultades
 
Cultivar en un entorno urbano es una prueba constante para superar las dificultades día a día, un reto para conseguir alimento en un entorno estéril, un bonito pasatiempo y, sobre todo, una actividad creativa y muy gratificante.
 
Para empezar, tenemos que buscar el lugar donde cultivar. Antes, sólo los “privilegiados” que tenían terraza podían plantearse algo así. Hoy en día hay varias empresas que, a través de Internet, nos ofrecen soluciones para poder tener nuestro pequeño huerto en terrazas pequeñas, interiores, balcones, etc. Incluso, con un poco de imaginación, la galería de nuestro salón queda muy bonita adornada con plantas de pimientos y tomateras cherry.
 
Lo más necesario es tener un sitio donde disponer de, al menos, unos 30 litros de sustrato repartidos en superficie. En esta cantidad de “tierra” podemos plantar casi cualquier tipo de hortaliza.
 
Una gran satisfacción
 
Lo más gratificante de tener tu propio huerto urbano es, sin duda, el momento de cosechar. Cuando puedes empezar a coger tus propios tomates madurados en rama, tus pimientos, tus cebolletas frescas, lechugas que tardan apenas 15 minutos en pasar de la tierra al plato (y eso porque tienes que lavarlas). Todo sabe de manera diferente. No hay sabor comparable en nada que puedas comprar en un supermercado.
 
La primera vez que uno prueba su primer tomate madurado en rama, con una pizca de aceite de oliva y sal… solo eso… la cara de placer que se nos queda es un poema, es algo que hay que vivir.
 
Cuando uno empieza en esto de la agricultura urbana, lo más probable es que se acabe enganchando. El mayor escollo suele estar en convencer a tu pareja o familia de que tener tomates en el balcón no es ninguna locura. Los “preconceptos” de la gente a veces pueden ser un poco incomprensibles.
 
Cuanto más aprendes sobre agricultura urbana, más te interesa y más te paras a estudiar. Uno empieza por comprar plantel en una tienda y poner unas cuantas lechugas y acabas plantando tu propia semilla en cacharros de yogur y haciendo un calendario de planificación anual sobre qué quieres plantar, cuándo, cómo aprovechar el espacio al máximo, etc.
 
Incluso para cuando nos vamos de vacaciones, uno acaba ideando sus propios sistemas de riego casero para que nuestras plantitas sigan vivas cuando volvamos.
 
Mi propia experiencia
 
Despues de todo lo anterior, no tendría fuerza moral de hablar de ésto, si no lo he vivido por mi mismo.  En mi terraza, y despues de mirar y remirar mil páginas, preguntar a todo el mundo e improvisar en gran medida, me lancé a la creación de mi huerto.
 
El proceso de montaje está sacado de una idea de una jardinera hecha con un palet de madera, modificada para que aguante los trabajos que da un huerto. Barnizado, impermeabilizado, drenaje, tierra y plantado de las hortalizas.
 
A continuación viene la etapa de plantar las distintas especies a cultivar, algo bastante agradable y curioso. Mezclar las distintas variedades, para que todas florezcan sin que una elimine a las otras.
 
Y ahora, esperar, regar, verlas crecer…..hasta que llega el momento de la recolección. Y en ello estoy!!! Prometo subir fotos de mi primera recojida de verduras 100% frescas y ecológicas.                                                                                                                                                           
 
Resumiendo…
 
TÚ TAMBIÉN PUEDES
 
¿Tienes terraza? Perfecto. ¿Tienes balcón? Perfecto también. ¿No tienes nada de eso?
No lo dudes, haz sitio al lado de una ventana donde le dé el sol y ya verás cómo te sorprendes.
Y aunque aconsejan que para empezar con buenas herramientas te compres un kit de huerto urbano, nada comparado con “bichear” en internet y montartelo tu mismo.
Si prefieres primero probar a ver qué tal te va con esto de la horticultura, cómprate una maceta y un sobre de semillas de espinaca (se pueden plantar en cualquier época del año). Coloca un poco de sustrato para plantas, siembra las semillas (apenas 2 o 3mm de profundidad) y riégalas un poco de vez en cuando para que la tierra no se seque demasiado. La magia de la vida y la naturaleza harán el resto. Cuando estén creciditas, prueba a hacer una ensalada fresca con ellas. Ese simple acto te cambiará de algún modo la vida.
Después de cultivar tus primeras hortalizas, empezarás a plantearte un monton de cosas… seguro.
Bienvenido al despertar de conciencia.
 
Article Categories:
Medio ambiente
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