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Jul 21, 2014
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Sanadora del pueblo

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La sanadora del pueblo

A los 9 años, María tuvo un sueño que le marcó la vida. Su abuela, que la crió des de la infancia junto con todas las demás mujeres mapuches de la comunidad de Quilaco Bajo, al sur de Chile, le explicó su significado: el espíritu la había escogido para ser la ‘lawentuchefe’ de su pueblo, la médica de los mapuches. Perteneciente a una larga saga de mujeres ‘lawentuchefes’, María Quiñelén siempre ha llevado en la sangre el interés por la sanación. Des de pequeña ayudaba a su abuela a recoger hierbas, plantas, y raíces para elaborar remedios naturales. “Me enseñaba el nombre de todas las hierbas medicinales, su ubicación, su tiempo de reproducción, a identificar las tierras húmedas, las calientes, etc. Yo no era buena para tejer, ni para moler, no era buena para nada más que no fuera la medicina!”.

Fuente : http://www.elmundo.es/

 

Con su nueva designación, el aprendizaje iba a ser más intensivo. Tras terminar sus estudios medios en Santiago de Chile, de los 9 a los a 18 años, se trasladó a Temuco, capital de la Araucanía, territorio ancestral mapuche, para aprender todos los secretos de la medicina tradicional de su pueblo de la mano de Armando Marileo, un sabio que todavía hoy es su maestro. Él la ayudó a encontrar su nombre mapuche: “la hija de la diosa que canta en las aguas”. Con sus enseñanzas, y con el aprendizaje que recibía a través de la revelación de sus sueños, María se profesionalizó a los 21 años. “Los tratamientos con la naturaleza no tienen contraindicaciones, la naturaleza ayuda a despertar las defensas del cuerpo y no tiene efectos colaterales, los residuos o excesos se eliminan por la orina”, explica.

María diagnostica a través de los ojos, la orina, las uñas… todo el cuerpo le sirve, pero lo que más utiliza es el pulso, igual que en la medicina tradicional china, y es que la medicina ancestral de todo el mundo tiene muchos elementos en común. Eso se ve también con los tratamientos que receta. Así como trabaja con las hierbas, también lo hace con el entorno de la persona y sus costumbres, buscando que el paciente se responsabilice de su salud y trabajando en la prevención. Propone una orientación para dormir en la casa, refuerza la entrada de luz del amanecer, y aconseja sobre la alimentación: “somos un prisma de agua, tenemos minerales en el cuerpo, y hay personas que no deben comer alimentos de ciertos colores. El color es un reflejo de la naturaleza que puede debilitar o potenciar el estado de nuestras glándulas”.

La fama de María se ha ido extendiendo de tal modo que médicos convencionales o alópatas le mandan pacientes que no pueden diagnosticar. “Me piden mi opinión si tienen problemas, y trato con todo tipo de enfermedades: crónicas, traumáticas, mentales y alimentarias. Soy una experta en el diagnóstico, mi abuela nunca necesitó un escáner!” aclara.

El intercambio es recíproco. Del mismo modo que María asesora a médicos convencionales cuando se lo piden, ella también busca su punto de vista en algunas ocasiones, “me confirman una anemia, una enfermedad de transmisión sexual, un cáncer…yo no estoy en contra del avance y de las nuevas tecnologías, al contrario, todo lo que sirva para salvar vidas, está bien! Lo que pasa es que algunas veces la cirugía es utilizada para beneficios económicos de los centros hospitalarios ”.

Por este motivo, María no está de acuerdo con la medicalización del parto, y considera que es imprescindible que la mujer recupere el control sobre su cuerpo, y su sexualidad. “La mujer ha perdido el conocimiento de su cuerpo. Ha entregado el poder a un doctor, que yo llamo ‘Diostor’! Él tiene el conocimiento, y ella se calla y acepta. Le recomienda sobre sus primera reglas, sus anticonceptivos, sobre su gestación, sobre su parto… la mujeres están presas de la medicina occidental y no se dan cuenta de ello!”. Sólo cuando detecta un parto complicado recurre a un hospital, y siempre la reciben gracias al diálogo constructivo que mantiene con las instituciones.

María se especializó en partos naturales hace muchos años, y su trabajo con la mujer ha tomado una dimensión política y social que pretende cambiar conciencias. Por eso organiza círculos de mujeres que tienen por objetivo educar a la mujer. “Mi trabajo es la liberación de la mujer con conocimiento, y des de su sexualidad para la toma de decisiones. Una mujer que es ignorante de su cuerpo, es ignorante como madre, porque no se hace cargo. La mamá no le enseña a su hija sobre sus periodos menstruales, sobre sus orgasmos, sobre las relaciones sexuales, sobre el parto… la niña no aprende porque para todo hay una solución externa, el ginecólogo, la matrona, la farmacia… la voluntad de la mujer está subordinada a los placeres sexuales a través de las pastillas anticonceptivas, y ella no se responsabiliza de sus periodos!”. Además, asegura que las pastillas anticonceptivas perjudican la salud de la mujer porque dañan las glándulas hormonales. “Una mujer debilitada por las pastillas anticonceptivas en la vejez va a sufrir de artritis, de artrosis, de osteoporosis, de jaqueca, esta médicamente comprobado”.

Su diagnóstico es implacable: Las mujeres van a la deriva generación tras generación puesto que pierden el conocimiento sobre la feminidad y su poder de crear vida. En este punto María me hace una revelación que me deja patitiesa: “¡Yo elegí el sexo de mis hijos! Quise tener una mujer, y buscando entre mis días fértiles, elegí el más ácido para que me saliera una mujer, y cuando quise un hombre, elegí el menos ácido, y salió un hombre. Este conocimiento de la mujer se ha perdido”. Lo más fácil para mi, sería pensar que su acierto es fruto de la casualidad, pero el respeto que ella me produce me sitúa en una posición de respeto hacia sus palabras. ¿Será que la escucha atenta de uno mismo es tan o más poderosa que la ingeniería genética?

De hecho, las mujeres tienen el poder de la vida, y María las invita a conectar con la esencia de su feminidad, nuestra feminidad, nuestro útero. “Para nosotros los indígenas, el útero es el primer cielo, es donde el hombre siembra las nuevas generaciones, y por eso hay que cuidarlo, educarlo y potenciarlo. Una mujer sin útero se va a masculinizar. No por dejar de tener hijos hay que quitarlo, porque no hay ningún órgano de más, y el útero está conectado energéticamente a otras glándulas: el hígado está muy relacionado con el útero, una mujer con hiperacidez, con problemas biliares, tiene problemas con el útero”.

Hombres y mujeres somos diferentes por naturaleza, y según María, hay que aprovechar esa diferencia para construir una sociedad que se respete. “No podemos educar al hombre y la mujer como si fuera una masa humana, tenemos que trabajar en la diferenciación, y no por machismo, sino por complementación. Ser mujer no es sólo una cuestión de género, es una dimensión de vida, y eso se construye, no se aprende en la escuela.” María critica que el papel de la mujer se ha perdido cuando salió de la cocina para ir a trabajar. “Ella es quien transmite los valores, el afecto, y no digo que la mujer no deba trabajar, debe hacerlo para sustentarse, pero hay un periodo de protección de la infancia que se ha perdido, y el niño hoy en día es educado para el servilismo occidental, y no para ser feliz”.

María defiende sus ideas a través de la palabra y con hechos, tratando de ser consecuente con la hora de educar a sus 3 hijos, una chica y dos chicos. “Yo les hablo abiertamente de sexualidad, ellos saben que a partir del goce podrán reproducirse, conocen el ciclo de la mujer. Mis hijos saben que durante el periodo de regla la mujer está muy expuesta porque tiene todos los canales circulatorios abiertos des de su útero, ellos tienen que cuidarla para permitirle el reposo. También saben que durante su ciclo de 28 días, la mujer cambiará de carácter 4 veces! Primero se sentirá segura porque ya pasó su periodo lunar, después se pondrá muy activa y cuando se acerque su periodo de nuevo, su cuerpo se preparará para el reposo y se sentirá más insegura y celosa. Y eso es lo natural!”

Las palabras de María no dejan indiferente a nadie. Es una mujer fuerte y contundente que a mi me transmite sabiduría y protección. Me marcho a casa en silencio pensando en mi feminidad, y preguntándome si mi dimensión de mujer tendrá la fuerza transformadora del cambio de la que me habla María ¿Será una utopía? No lo sé, pero aunque lo fuera, bienvenida sea, ¡nos ayudará a caminar!

Article Categories:
Medicina integrativa
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