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Mar 15, 2012
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Intimidad sexual

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Intimidad sexual

De todas los hechos claves para el inicio y fortalecimiento de una pareja la intimidad es la más relevante. Sin ella no existe el nexo fundamental de un proyecto de vida en común.

En el lenguaje actual de las parejas la palabra intimidad es de uso constante, sin embargo el sentido que se le otorga no es igual para todos. Existe concordancia en destacarla como una condición esencial de la convivencia, pero cuando nuestros abuelos o padres hablaban de intimidad se referían de los espacios privados, a lo más reservado de sus acciones, pensamientos e interacciones, incluyendo su intimidad sexual.

Fuente : http://robertorosenzvaig.cl

Hoy en cambio, la palabra intimidad se ha convertido en un concepto más poderoso, que implica la capacidad de participar de una conexión estrecha y profunda con otra persona. Se refiere a un vínculo privilegiado tanto de amistad como amoroso, se relaciona con la capacidad y la posibilidad de compartir con otro los aspectos más relevantes de nuestro ser, de nuestra historia, de nuestras esperanzas y deseos, aun los más ocultos. En términos de intimidad amistad y amor tienen solo una diferencia, el componente erótico explícito.

Para cualquier pareja la intimidad parece una condición básica de su desarrollo, el problema es que no todos están capacitados para acceder del mismo modo y con la misma profundidad a niveles similares de conexión, ni tampoco en forma simultánea, porque no es un fenómeno único, sino que se presenta en diferentes dominios y planos.

No es difícil advertir que hay personas que se conectan con mayor facilidad y adquieren rápida soltura en sus contactos físicos, otros lo logran a través de sus aspectos intelectuales, espirituales o emocionales, lo difícil es que todo ello se produzca en forma conjunta y veloz, lo más probable es que se avance lentamente, porque la intimidad no surge espontáneamente en la relación entre dos personas, sino que es una consecuencia de la decisión y aptitud de ambos para abrirse y exponerse al otro a medida que el conocimiento mutuo se desarrolla. No todas las parejas estarán de acuerdo en torno a los puntos principales de encuentro y cada uno puede esforzarse en fortalecer lo que considera relevante mientras pospone lo que siente secundario, eso puede generar una distorsión en la forma que cada uno percibe las fortalezas y debilidades de la relación.

La construcción de la intimidad

Cuando dos personas se conocen, aún si se sienten atraídas por los aspectos físicos, de personalidad o de historia común, existe una dosis razonable y sensata de reserva a cerca de lo que deseamos saber del otro y de lo que estamos dispuestos a mostrar de nosotros mismos.

Muchos se han arrepentido amargamente de esa premura ansiosa por informar minuciosamente de su pasado a un perfecto desconocido confundiendo atracción con confianza. En realidad a nadie que acabas de conocer le importa sinceramente que hayas hecho durante los últimos años de tu vida, ni con quien estuviste, ni con quien te acostaste. Esos son datos privados que se pueden contar o no cuando la relación avanza, porque la equivocación reside en confundir intimidad con confidencia. Los primeros contactos serán exploratorios y cautelosos porque nadie más o menos sensato debe exponerse gratuitamente; por lo demás una avalancha de información no solicitada puede producir el efecto exactamente inverso al deseado, es decir el rechazo.

Si esas dos personas comparten un interés mutuo empieza un proceso de intercambio y prueba que define hasta donde se puede o se quiere llegar en la autoexposición. En muchos casos el temor al contacto profundo que pueda develar quienes somos fija un límite, esto sucede porque hay quienes temen que el otro descubra mágicamente ciertas zonas obscuras y por ello en lugar de aceptarnos nos rechace. Cuanto más débil e insegura sea nuestra autovaloración más expuestos nos sentiremos y menos aceptaremos una conexión profunda e íntima. El miedo a la intimidad establece una barrera que para algunos será infranqueable. Aunque esto no quiere decir que esas personas están automáticamente excluidas de la posibilidad de establecer una pareja, en realidad pueden hacerlo, pero con puntos de conexión superficiales, su estilo de intercambio estará centrado en datos e informaciones de la vida cotidiana, sus temas centrales suelen ser el trabajo, los hijos o la vida de los otros. Son expertos en conversaciones triviales y profundamente alérgicos a los temas densos o confrontacionales.

Este es uno de los niveles de intimidad en el que muchas parejas se estancan, pero aún en el intercambio de datos se puede crear distintos grados de interés y complejidad y puede ser un puente para conocer el pensamiento y las opiniones del otro, porque se pueden tener conversaciones monosilábicas –no, si, tal vez, puede ser- o intercambios entretenidos, ya que no es lo mismo hablar del tiempo que de la propia opinión sobre un tema quizás intrascendente. Las opiniones sobre un tema específico personalizan el intercambio y abren la puerta al disenso, porque en el nivel del puro intercambio de información aséptica no suelen producirse desacuerdos ya que las personas no se involucran. Al opinar nos involucramos y entonces desaparece cualquier ilusión de neutralidad emocional, si debatimos con nuestra pareja o si confrontamos nuestras ideas lo haremos con distintos grados de apasionamiento, entonces las líneas de tensión y la oposición de fuerzas se hacen presentes.

Si nos empecinamos en tener razón o en demostrar nuestra verdad aún cuando recurramos a la descalificación de las ideas de nuestra pareja quedamos entrampados en un circuito peligroso que se alimenta de una creciente falta de respeto por el otro.

Este nivel es clave y para muchas parejas el principio del fin, porque desafía la propia capacidad de aceptación y tolerancia.

Si digo: no estoy de acuerdo con lo que dices, pero lo admito. No es lo mismo que si digo: lo que piensas es absurdo –Nadie inteligente podría pensar así.

Está claro: No existen buenas relaciones sin aceptación mutua. No existe amor sin aceptación, aunque para amar no sea necesario estar siempre de acuerdo con el otro y acaso ni siquiera entender siempre al otro.

Concuerdo con Mathew Kelly, autor de Los siete niveles de la intimidad, en que si la esencia de la relación es la autorevelación jamás la podremos lograr si no nos sentimos aceptados.

Esta aceptación de otro al que amamos precisamente porque es diferente, coloca en un primer plano una condición esencial para estar en pareja que es la flexibilidad, lo opuesto a ella es la rigidez que consiste en rechazar o descalificar a alguien que actúe o piense en forma diferente a nuestra propia visión del mundo. No se trata de tolerar sino de admitir, porque la primera es una palabra engañosa que coloca al que tolera en una posición aparentemente superior y meritoria, en cambio la palabra aceptación supone una apertura flexible a la diferencia, porque esta y no la uniformidad caracteriza a las parejas dinámicas capaces de transitar los diferentes desafíos que supone la construcción de la intimidad. La flexibilidad entonces es la condición que permite estar abierto a los cambios y reconocerlos cuando están ocurriendo.

Una segunda condición surge de la capacidad de posponer la satisfacción instantánea de nuestras necesidades. Aún cuando sea cierto que todos queremos obtener gratificaciones, hay dos modos de lograrlas. Una inmediata: de esta actitud daba cuenta un grafiti escrito en algún muro de París que decía: “no sé lo que quiero, pero lo quiero ahora”. La otra es diferente porque admite la posibilidad de diferir el ansia, se entiende la relevancia de esta posición ya que al vivir en pareja es imprescindible entender que cada uno tiene necesidades personales legítimas que desea cumplir y que pretende que el otro acepte, lo contrario da paso a una actitud egoísta y autocentrada. Esto parece evidente, pero no lo es tanto ya que es uno de los ejes de conflicto frecuentes, así lo expresaba una paciente que decía en sesión – Cualquier necesidad que yo tengo, él la siente como una exigencia. Quiero que se dé cuenta de mis necesidades sin tener que reclamarlas.

Cuando nos sentimos aceptados confiamos más aún en el otro y somos capaces de compartir entonces nuestros deseos, nuestras expectativas y nuestras esperanzas. Ya no estamos en pareja somos una pareja.

La expresión de los sentimientos

La capacidad de autoconciencia-saber quiénes somos- y la percepción de nuestros estados emocionales-saber que sentimos- nos permite reconocer eso que llamamos sentimientos y de expresarlos en la relación con el ser amado; esa libertad sin temor es otra condición básica para el progreso de la intimidad, pero comporta un riesgo: la vulnerabilidad. Aquí varones y mujeres difieren, porque para ellas no es extraño a su ser y a su historia el mostrarse vulnerables, no se obligan a mostrar una máscara exterior de fortaleza, esa es una característica de la masculinidad tradicional que asocia vulnerabilidad con debilidad. Si los hombres somos capaces de abandonar esa ficción crecemos como personas y también crece la relación, porque la capacidad de expresar nuestras emociones y sentimientos nos hace permeables a los sentimientos de los otros. En la pareja esto es absolutamente relevante ya que abre el camino para que podamos mostrar sin inhibiciones nuestras debilidades y nuestra necesidad de ser acogidos.

Si somos capaces de revelar a nuestra pareja aquellas cosas que tememos, si podemos reconocer un fracaso, un error grave o un deseo largamente reprimido o censurado, si podemos hacer todo eso estaremos alcanzando el nivel más profundo de intimidad.

Desafíos

La intimidad es para mí como un tren que se desplaza lentamente entre estaciones, cada una de las cuales tiene un desafío específico que hay que cumplir si se pretende llegar a término, creo que esto se aclara en las siguientes preguntas que W. Kelly sugiere responder:

Nivel 1: ¿estás preparado para reconocer que tus interacciones son repetitivas y estereotipadas?

Nivel 2: ¿Estás dispuesto a salir del cliché y decir algo más de ti mismo?

Nivel 3: ¿Estás dispuesta a dar a conocer tus opiniones y a aceptar a aquellas personas con opiniones diferentes?

Nivel 4: ¿Estás lista para expresar tus esperanzas y sueños, a dejar de lado la gratificación instantánea y a buscar tus objetivos?

Nivel 5: ¿Estás dispuesto a mostrarte vulnerable?

Nivel 6: ¿Estas dispuesta a mostrar y encarar tus temores, ansiedades y fracasos?

Nivel 7: ¿Estás dispuesto a satisfacer las necesidades legítimas de tu pareja?

Article Categories:
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