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Jul 13, 2010
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Cine y hechos históricos

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El Pianista

El horror en tiempos de guerra

Que la guerra es un completo horror, lo sabe todo hijo de vecino. Pero sin duda que hay horrores y horrores, y el que le toca padecer a la familia Szpilman es de los que hacen época. Al estallido de la Segunda Guerra Mundial y la consiguiente ocupación de Polonia por los nazis, sigue la insidiosa persecución de los judíos. Y el gran crimen de Wladyslaw Szpilman y sus padres y hermanos, que viven en Varsovia, no es otro que el de ser judíos. Aunque Wladyslaw es un pianista de prestigio, esto no le libra ni a él ni a los suyos de lo que comienzan siendo vejaciones, sigue con el ghetto y el asesinato indiscriminado, y llega hasta a la amenaza de “la solución final”, o sea, el holocausto. 
 
Fuente: http://www.decine21.com/index.php

Una narración clásica, que funciona, basada en rigurosos hechos reales, narrados por Wladyslaw Szpilman en sus memorias. A pesar de que el territorio del holocausto está más que trillado por el cine (con esa esa obra maestra de Spielberg, La lista de Schindler, como magnífico fruto), Roman Polanski hace una aportación original. Curiosamente, lo que da su enorme personalidad al film es el desapasionamiento, el esfuerzo por ofrecer el punto de vista de Szpilman sin aspavientos innecesarios, confiando en la fuerza de su tragedia, del horror de que es involuntario testigo y protagonista. Hay más acierto en este film que en Rebelión en Polonia de Jon Avnet que, al poner el acento en la resistencia judía en el guetto, distorsiona ligeramente el conjunto de los hechos; o que en Amén de Costa-Gavras, intento nada disimulado de culpabilizar a la Iglesia por el holocausto.
 
Polanski gradúa la presentación de los elementos de la historia, sabe hacerla crecer en interés. Define bien los personajes, una familia judía de lazos muy estrechos. Y muestra cómo los acontecimientos históricos les sobrepasan: la invasión nazi, los bombardeos, la discriminación racial, que aumenta progresivamente hasta llegar al guetto y los campos. Viene entonces el punto de inflexión de la película, que conduce a una reflexión acerca de la soledad, de la capacidad de aguante del espíritu humano. Cómo se va minando la vida del alma lo muestra muy bien esa escena en que Szpilman está ensayando un posible salto suicida desde la ventana, para no caer en manos de los nazis. El piano que Szpilman no puede tocar físicamente, pero sí con la mente, habla de lo más noble que tiene el hombre, que a pesar de la crueldad y la persecución implacables es capaz de conservar. Esa segunda mitad del film es un prodigio de sensibilidad. Las escenas del protagonista entre las ruinas de la ciudad son de una fuerza enorme, parece que nos encontremos en un paisaje lunar, donde todo es piedra.
 
Sin apenas palabras en su etapa de soledad, el desconocido y recién oscarizado Adrien Brody aguanta el peso de la narración con su mirada de animal acorralado a la que queda un resto de humanidad, que agradece las ayudas inesperadas. Magnífica resulta la aparición providencial del oficial alemán, un personaje que da un giro insospechado a la trama, y que nos recuerda lo ingenuo que resulta querer convertir la Historia en un relato de buenos y malos, o el confiar sólo en las propias fuerzas.

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Article Categories:
Artes visuales y escénicas
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