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Oct 22, 2010
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Sexualidad femenina

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La sexualidad femenina a análisis

Durante años han permanecido ocultas tras el silencio, provocando una importante erosión en las relaciones de pareja. Sin embargo, hoy son cada vez más las mujeres que consultan a los especialistas aquellas alteraciones que les impiden mantener relaciones sexuales satisfactorias.

 

 

Fuente: www.hoymujer.com
 

Según los cálculos que manejan los especialistas, entre un 40% y un 60% de las mujeres adultas presenta algún tipo de disfunción. Teniendo en cuenta, además, que las más frecuentes son las que se relacionan con la falta de deseo y con los problemas de excitación, hay que reconocer que las cifras son bastante alentadoras para la industria farmacéutica y, sobre todo, para el laboratorio que desarrolle un fármaco tan exitoso como lo ha sido la Viagra para la población masculina.

La polémica ha llegado hasta tal punto que en algunas publicaciones científicas se ha acusado a los laboratorios de crear la denominación de disfunción sexual femenina con fines exclusivamente comerciales. El problema radica en que este término se utiliza para describir alteraciones de diversa naturaleza que es necesario tratar individualmente, analizando sus causas, en la mayoría de los casos de raíz psicológica.

Tratamientos para las disfunciones sexuales

Mientras que la Viagra ha sido capaz de conseguir muy buenos resultados en varones con impotencia por causas físicas, de momento no es viable plantear un tratamiento exclusivamente a través de la vía farmacológica para las disfunciones femeninas. Es necesario abordarlas desde terapias sexuales cuyo fin es el restablecimiento de la satisfacción sexual de ambos miembros de la pareja.

’Lo que ocurre es que existen diversas sustancias químicas que permiten un aumento de la sensibilidad y ayudan considerablemente a las mujeres, aunque en la mayoría de los casos, y una vez que se descarta cualquier causa orgánica, es necesario abordar el problema con una terapia psicológica’, señala Mariano Roselló Barbará, director del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid y Baleares. En esta línea, los laboratorios farmacéuticos comercializan vasodilatadores de uso tópico, como cremas que favorecen la lubricación durante la estimulación sexual y mejoran la excitación, facilitando el orgasmo.

’Por ahora, los medicamentos disponibles para tratar las disfunciones sexuales en mujeres, principalmente la anorgasmia y el deseo sexual inhibido, son las hormonas de sustitución, indicadas especialmente en la menopausia. En ensayo clínico se encuentran el sildenafilo y el taladafilo’, señala Roselló Barbará.

En estas investigaciones se ha comprobado que el sildenafilo -el principio activo del famoso Viagra-, utilizado en dosis más bajas que las indicadas para la impotencia masculina, aumenta el flujo sanguíneo en el clítoris y facilita la lubricación en ciertos grupos de mujeres con anorgasmia. Efectos similares podría tener el taladafilo, que se comercializada desde hace poco con el nombre de Cialis, también para el tratamiento de la impotencia. Ambos medicamentos están en fase de experimentación.

Los principales trastornos sexuales y sus causas

La aparición en la mujer de alteraciones que provocan una relación sexual poco satisfactoria es más frecuente que en el hombre. Las principales son:

Anorgasmia. La mujer tiene dificultades para alcanzar el orgasmo, aunque esto no implica que exista una falta de excitación. Una quinta parte de la población padece anorgasmia y un 8% de ellas nunca ha experimentado un orgasmo. Se estima que sólo el 5% de las anorgasmias se presenta por causas orgánicas (enfermedades endocrinológicas, ginecológicas o neurológicas), el resto se debe a factores psicológicos como una inadecuada educación sexual, experiencias sexuales traumáticas, rutina, angustia o estimulación inadecuada.

Vaginismo. Durante la relación sexual la mujer contrae de forma involuntaria los músculos del tercio inferior de la vagina, lo que incluso puede llegar a cerrar la abertura vaginal. Quienes la padecen responden de forma adecuada a la excitación sexual, llegando al orgasmo, siempre que no se produzca el coito. Un 3% de las mujeres sufre este problema. ’En la mayoría de los casos, debido a causas psicológicas’, según Mariano Rosselló Barbará, director del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid y Baleares. ’La falta de comunicación que conduce al miedo o las experiencias traumáticas, pueden estar detrás de este problema’, asegura.

Dispareunia. También conocido como coito doloroso o citalgia, la mujer sufre molestias, tanto en la parte externa de la vagina, como en la interna, en la región pélvica o en el abdomen, durante el acto sexual, haciéndolo dificultoso. Sus causas pueden ser orgánicas (infecciones, cicatrices o estados carenciales de estrógenos) o psicológicas (la pérdida de interés sexual por la pareja que afecta a la lubricación vaginal, la falta de excitación, ansiedad y una educación sexual inadecuada).

Deseo sexual inhibido. También conocido como anafrodisia y apatía sexual, se presenta cuando la mujer no tiene apetito sexual, no se siente atraída por el sexo, llegando incluso a ver la relación sexual como un castigo. Según Francisco Labrador, catedrático de Modificación de la Conducta de la Universidad Complutense de Madrid, el deseo sexual inhibido es más frecuente en mujeres (36%) que en hombres (15%). Sus causas son fundamentalmente psicológicas, como la negación al placer o al amor, miedo al rechazo, bajo autoestima, mala relación de pareja, aburrimiento sexual…
Yolanda Colías
Una situación diferente para cada etapa de la vida

No siempre el deseo sexual femenino es igual. Una educación adecuada y una buena comunicación con la pareja pueden ayudar a entender y resolver estas situaciones.

Durante el embarazo. Es posible mantener relaciones a lo largo de toda la gestación. ’Incluso pueden ser más placenteras. Sólo muy al final del embarazo, y por imposibilidad física, disminuyen’, asegura Roselló Barbera. En el primer trimestre un 40% de las mujeres alega una disminución de su deseo debido a los vómitos y el malestar propios de estos meses, o al miedo a hacer daño al feto. En el segundo trimestre se produce una vasocongestión pelviana que propicia la lubricación vaginal y desaparecen los temores sobre los peligros fetales. En el tercer trimestre muchas parejas reducen sus relaciones: ellas creen que su aspecto no es atractivo y ellos temen dañar al feto. Pero muchos temores son infundados: si la higiene es correcta y ninguno padece una infección, no tiene por qué haber problemas. Sólo hay que evitar la penetración si hay hemorragias en el tercer trimestre, rotura prematura de la bolsa o amenaza de aborto.

Después del parto. Es frecuente una disminución del deseo hasta cuatro semanas después del parto. En caso de episiotomía o cesárea, el coito puede resultar doloroso hasta que la incisión cicatrice. En algunos casos, la lactancia puede producir cierta confusión ante la función de los pechos. Asimismo, la depresión posparto pueden venir acompañada de una disminución del deseo.
 
Tras la menopausia. Todavía hoy muchas mujeres piensan equivocadamente que implica una pérdida del deseo. Aunque la reducción de las hormonas reduce la capa de células que conforman la mucosa vaginal y la elasticidad, estos cambios no tienen por qué afectar a la calidad de las relaciones. Hay que consultar con el ginecólogo para que recomiende el tratamiento más adecuado. La terapia hormonal sustitutiva mejora la sequedad vaginal, pero también hay productos específicos de uso tópico para este problema.

Por cirugía ginecológica. Ni la histerectomía (extracción quirúrgica del útero) ni la mastectomía (pérdida de la mama) repercute de forma negativa sobre la libido. ’Si se pierde la capacidad hormonal, la medicina sustitoria o los tratamientos específicos dan buenos resultados. En el caso de la mastectomía entran en juego factores psicológicos. Si hay información adecuada y medidas compensatorias, como la cirugía plástica, no tiene por qué ocurrir’, señala Roselló Barberá.

Así nos afectan las disfunciones sexuales

Las disfunciones sexuales suelen provocar en las mujeres reacciones negativas que avivan más el problema que padecen:

– Anticipación del fracaso. La creencia de que el dolor va a aparecer fomenta la sensación de fracaso y se intenta evitar a toda costa el contacto.

– Baja autoestima. Se bloquea el deseo y la respuesta sexual. La persona se ve poco atractiva, como alguien incompleto.

– Ansiedad y depresión. Si no se tratan de forma adecuada, estos cuadros impiden que se pueda recuperar la actividad sexual y afectan considerablemente a la relación con los demás.

Si no se abordan conjuntamente, las disfunciones sexuales pueden amenazar la relación. Las principales reacciones son:

Ansiedad. La pareja no sabe qué hacer, se preocupa en exceso por atender a la mujer y la actividad sexual puede dejar de ser algo atractivo.

Sentimiento de culpabilidad. Se dan casos en los que el hombre se siente el único culpable de que el sexo no funcione, lo que redunda en un mayor deterioro.

Incomprensión. La hombre no entiende por qué se produce el problema, lo que hace que plantee exigencias que la persona afectada no puede complacer

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